lunes, 29 de octubre de 2018


En común

Durante los últimos meses 
He estado conviviendo con un hombre
Viejísimo su cara está atiborrada de surcos
Y su habla siempre rememora el pasado.
Nos preguntamos cosas privadas
Que dejan de serlo y también hablamos 
De política aunque yo lo escucho más que hablo.
Como a mí me gusta tomar café
Siempre que voy a la cocina a prepararme
Uno le ofrezco a él también
A lo que contesta afirmativamente
Mas a veces dice que no esbozando una
Risa ronca esgrimiendo su hipertensión
Y lo que sube ésta con la cafeína.

Cuando voy de camino a mi ciudad pienso en él
En la vida en una cantidad de pensamientos
Efímeros que ya no recuerdo ni sus más mínimos detalles.
El viejito me cuenta que es social demócrata
Y que trabajó para un gobierno de izquierda
Hace ya bastante tiempo cuando era joven.
Yo lo escucho y también le solicito lecturas
O intento discutirle algunos puntos en los
Que no coincidimos. No obstante es una buena relación.
En la convivencia que he mantenido con él
Decía más arriba que siempre rememora el pasado
En todo ámbito de cosas lo que me hace pensar
Que ya no le queda mucho tiempo y se aferra a aquello.
Hoy en la mañana le pregunté si cerca de la casa
Hay algún quiosco que venda el periódico
Y después de reírse me dice que no
Que por qué no lo leo online ya que algunos
Están completísimos en internet.

No sé quizá a pesar de la edad tenemos algo en común
Él rememorando el pasado y yo buscando
Comprar el periódico en algún desvencijado quiosco.


Despedida

Caminé en línea recta varias cuadras de la ciudad
Pregunté en distintos barrios  y no lo hallaba
Recorrí librerías mas no así bibliotecas públicas
Leí afiches pegados en postes y paraderos que
Sólo buscaban mascotas con recompensa en dinero

Crucé calles y encontré más de una fachada de casa
Bonita con colores vivos y ventanas con macetas
De flores que le daban un aspecto que me pareció de amor
Llegando a un barrio que antes fue mío
Alguien me indicó la casa donde vivía él

Digo que caminé a mediodía con la camisa pegada al cuerpo
Por varias cuadras sin escuchar música atento al habla popular
Y cuando ella me hizo seña de que aquélla era la casa
Crucé la oxidada reja del cité para volver a verlo
Detrás de las persianas abiertas de par en par

La casa era pequeña: un baño grande y dos habitaciones
Un living-comedor repleto de libros en anaqueles
Y otros en el piso donde dos gatos dormían
Aletargados por el bochornoso día que encandilaba
Desde la cocina me ofreció café que acepté dichoso

Nos sentamos en la mesa y me pidió permiso para fumar
Le dije que si me convidaba un cigarrillo
Y accedió a la solicitud estirando la cajetilla
Acto seguido se fue a un anaquel y trajo un trozo de madera
Y me preguntó: “¿recuerdas que lo encontramos en el parque un día
De camino a casa y tú dijiste que parecía una ardilla?”

Me demoré un poco en contestar al contemplar la Ardilla
Y dije: “sí”, moviendo afirmativamente la cabeza
Nos tomamos el café y fumamos más de un cigarro
Hasta que me dijo que se iría a vivir al sur
Donde se radicaría hasta su muerte así que lo abracé y me fui