“Estamos enfermos, somos los pringados de la esperanza. Nuestras
pobres ropas, nuestros viejos coches. Nos movemos hacia el espejismo, nuestras
vidas malgastadas como las de todos los demás”. C.Bukowski
I
y
contra la idea de mis congéneres
de
mis contemporáneos de mis coterráneos
me
infunde vida esta calle tan gris
esta
avenida repleta de
oxígeno
tóxico de humo de cigarrillo
como
cabellos amorfos
de
olor a perro
de
olor a pobre
de
olor a desesperanza
de
olor a café en la niebla diurna
de
olor a sopaipilla a ciento cincuenta pesos
II
más
allá fuera del metro tren
está
la yuta cerciorándose
de
que todo esté en completo orden
ceñidos
los pantalones verdes
a
los muslos de monstruo
al
falo tan pretencioso
de
los policías de rostros bien afeitados
y
mentones repletos de grasa
más
acá la artesanía
ofreciéndose
en la cuneta
al
costado del paradero de microbuses
y
los artesanos de pelo largo
y
chivitos en mentón
y
barbas tupidas
fumando
un porrito poblacional
de
manera furtiva
quemando
dedos índices y pulgares
pincelando
resina en las manos
que
curten el cuero
de
los zapatitos para niños
III
y
yo camino a la trituradora moderna
a
mi lugar de trabajo
a
veces tan cansado
a
veces tan feliz y sonriente
infundiéndome
esperanzas de un porvenir mejor
con
un libro bajo el brazo contra la camisa
del
mismo autor que lee un punki
en
la puerta de un restorán
de
comida rápida de la alameda
IV
y
nuestras ropas tan viejas
transitando
los mismos lugares
y
pasos peatonales desteñidos
por
frenadas de súbito y con infinidad de chicles pegados
pero
la ciudad me llena
me
da vida
contra
la idea de mis congéneres
esta
ciudad que me despertaba junto a mi abuela
durmiendo
en la habitación
de
una gran casa cerca de la panamericana
que
me despertaba con los bocinazos
de
los camiones que iban al puerto
con
las calles recibiendo el alba
que
se refleja en las botellas de ron barato
arrojadas al voleo de la
desolación
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